Náufragos Celestes

lunes, 6 de abril de 2015

Esperando en eterna serenidad.


Puedo ver las nubes acercarse,
con ellas no vienen solo rayos y truenos,
sino distantes recuerdos,
áspera melancolía
de días que preferiría olvidar.

Te veo ir sin saber si volverás,
sin saber si nos permitirán volver a jugar.
El miedo me envuelve
y me cubro en gélida oscuridad
al preguntarme si yo lo podía evitar...
retrasar tu partida aunque sea un minuto más.

Huelo humedad, cierro los ojos e
imagino las huellas de tus botas en la arena,
tu figura perdiéndose en el atardecer,
mirando hacia acá,
del otro lado del mar,
añorando tu hogar.

De pronto es de noche,
la muerte recorre la tierra
disfrazada de luz,
tu única protección
una piedra angulosa,
una plegaria a Dios.

A la distancia se escuchan
los gritos de terror,
la vitalidad escapándose en estallidos de agonía.
El suelo tiembla, la razón se escapa,
el frío quema, el hambre inmoviliza,
el cansancio abruma, la esperanza muere.

Allí terminan los kilómetros recorridos,
las innumerables experiencias de toda una vida,
allí terminan los años en la escuela,
las sonrisas con los amigos,
el abrazo de los padres,
el juego con los hermanos.

Mientras la sangre te abandona
te alegra saber que todo terminó,
no más cansancio, no más maldito cansancio.
Te permites pensar un momento
en los que te queremos y sonríes levemente
al aceptar que te irás antes que nosotros...
y que eso era lo mejor que te podía pasar.

La tormenta pasó, miro las estrellas que tu viste en el final,
en ellas busco tu mirada...tus besos...
Con los años han sabido mostrarme
cuan lejos llegaste y que, ahora, libre y en paz,
me observas como una vez lo hiciste
del otro lado del mar, esperándome en eterna serenidad.